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Ébano en mi piel

Ébano en mi piel

Siempre me he preguntado cómo sería el contraste del ébano sobre mi piel. La curiosidad me ha llevado a fantasear con numerosos encuentros con hombres de los más variados tonos de negro. Hay algo en ese color oscuro que me fascina, si me cruzo con alguno que me parece atractivo por la calle le mantengo la mirada, una mirada directa y penetrante que deja lugar a una única interpretación: deseo.

Pero, hasta ayer, todo había quedado siempre en una mirada. Ayer fue distinto y, lo mejor de todo, es que pasó cuando menos lo esperaba, me pilló con la guardia bajada y me sentí vulnerable.

Cada mañana a las 10 como un reloj aparezco en la piscina con mi bañador negro y mi gorro verde, un bañador que, para serte sincera, me queda horrible. Por supuesto, ayer asistí a mi rutina diaria dispuesta a vaciar toda la mierda que había en mi cabeza y llenarla de pensamientos mucho más constructivos. Me coloqué en la única calle que quedaba libre y me zambullí en ella dispuesta a superar mi récord diario. Comencé con ganas, quizá demasiadas, pues a los 15 minutos ya necesité parar para recomponerme.

Mientras trabajaba las respiraciones me dediqué a observar cómo nadaban los demás hasta que, de pronto, algo llamó mi atención: un dios de ébano acababa de entrar enfundado en un diminuto bañador blanco. Era bastante alto, aunque desde dentro de la piscina era difícil calcular cuánto, su piel era muy oscura, como si hubiera sido moldeado en chocolate negro. Se notaba que estaba en forma porque cada uno de sus músculos estaba marcado como suele pasar con los deportistas y no con los que se machacan con las pesas.

Se detuvo al principio de la piscina buscando una calle en la que nadar y, por suerte para mí, la mía era la única que tenía solo un nadador. Vino directo hacia mí y se sentó a mi lado mientras se ponía las gafas.

─¡Hola! ─dijo con una sonrisa perfecta ─Parece que vamos a compartir calle, ¿no te importa verdad?

¡Qué cabrón! De sobra sabía que era imposible negarle nada, su sonrisa le delataba.

─Procura no ahogarte o tendré que hacerte el boca a boca. ─dije con mi mejor sonrisa mientras me arrepentía de todas y cada una de esas sílabas que acababa de pronunciar ¿qué me había pasado?

De su boca salió una dulce y picarona sonrisa y se zambulló en el agua, empezando a nadar a estilo mariposa. Sus brazos eran fuertes y estaban perfectamente moldeados, resultaba impresionante verle nadar y puede que hasta lo hiciera por ello. Decidí esperar ya que ocupaba toda la calle y, cuando volvió a mi lado, consciente de que eso no era compartir, me invitó a continuar. Sin duda era mi turno para lucirme, pero yo no tengo su nivel y decidí relajarme y nadar como hago cada día. Sentía como aquel dios de ébano no me quitaba el ojo de encima, cuando llegué al final de la calle él se lanzó a nadar de modo que así podríamos sincronizarnos perfectamente. Ahora que los dos estábamos centrados en nadar sería más fácil alcanzar mi objetivo diario, o eso pensaba yo, porque mi cuerpo anhelaba ese instante en el que nos cruzásemos en el centro de la piscina, había como una especie de química que despertaba mis sentidos. Comprobé que no era la única porque, en uno de los cruces, él deslizó suavemente su mano por la parte externa de mi muslo. Podría haber sido algo accidental, pero no tenía ninguna duda de que no era así. Seguí nadando como si nada y, en el siguiente cruce, volvió a repetir la jugada. Me sentía tan excitada ante ese juego que mi mente se disparó y noté mi cuerpo listo para el combate. Me encontraba en un medio que ya de por sí me resultaba de lo más sensual como era el agua y un dios de ébano me mostraba unas intenciones de lo más claras. Tenía que hacer algo.

Mientras valoraba mis opciones noté que ya estaba cansada y que, sorprendentemente, había conseguido superar mi récord diario, sin duda era por toda esa energía erótica que se había apoderado de mí. Tuve que parar y, a los pocos segundos, llegó él. Mientras recuperaba el control de mi agitada respiración, intentaba descifrar sus intenciones, su rostro lucía una pícara sonrisa, pero, aparte de eso, nada me permitía adivinar su siguiente jugada.

De pronto se oyeron risas al fondo de la sala, me giré y vi salir de la zona del spa a un grupo de jubiladas que iban a su clase de aquagym. Se me iluminó la lucecita: el spa acababa de quedar vacío. Me giré y le miré, su sonrisa ahora iba de oreja a oreja.

─Después de ti ─dijo él.

Salí de la piscina consciente de que él estaría analizando cada curva de mi cuerpo desde una situación privilegiada: desde abajo. ¿Por qué no sería de las que nada con bikini? Porque no es nada práctico, ¡por eso! Pero ahora… ¡Qué bien me vendría!

Cogí mi toalla y me dirigí al spa. Al entrar comprobé que había un par de personas en la sauna y una en el agua. Dejé mis cosas a un lado y me metí en el agua en el momento en que entraba él; dejó sus cosas junto a las mías y me siguió.

La tensión era más que evidente, notaba mis pechos duros y mi sexo anhelante mientras le observaba como permanecía impasible bajo uno de los chorros que más presión lleva y que yo nunca puedo usar porque no soporto su fuerza. Me coloqué frente a él en uno de mis chorros favoritos para aliviar la tensión de mi cargada espalda tras la sesión de largos. Cerré los ojos para disfrutar de la presión y, al poco, noté como había alguien frente a mí, abrí los ojos y allí estaba él. Definitivamente, medía más de 1.90 y esos 30 cm que nos separaban hacían que me sintiera la presa perfecta. Sus ojos me miraban con una mezcla de deseo y dulzura que me resultaba difícil de interpretar. De pronto se abrió la puerta de la sauna y sus ocupantes se dirigieron a la ducha. Él se apartó y se fue a la zona del jacuzzi y yo, mientras terminaba mi masaje de espalda, observaba las duchas deseando que se fueran y que no volvieran a entrar. Así lo hicieron, cogieron sus toallas y salieron el spa. Miré al otro ocupante del jacuzzi y, como si de pronto llegara tarde, se levantó a y salió. Nos quedábamos solos.

Me giré hacia donde él estaba esperándome, me quedé mirándole unos segundos como si estuviera congelada y entonces alargó su mano hacia mí. Me acerqué y se la cogí, tiró de mí hasta que me encontré sentada a horcajadas sobre él. Nuestros rostros estaban a tan solo unos centímetros. Solo podía pensar en besar esos labios, de modo que eso hice, recorrí los apenas tres centímetros que separaban nuestras bocas para besar aquellos labios suaves y carnosos que parecían engullir mi boca. Sus manos se colaron bajo mi bañador buscando descubrir mis pechos aprisionados. Mis manos desataban el nudo de su diminuto bañador mientras palpaban su miembro duro como una piedra. Conseguido mi objetivo, lo liberé y lo acogí entre mis manos masturbándole. Abandonó mis pechos en busca de mi vulva, deslizando sus dedos alrededor de mis labios y acariciando mi clítoris. Y todo aquello sucedía sin dejar de besarnos, me resultaba imposible separarme de su boca, abandonar esos labios y esa lengua traviesa que casi sentía como una prolongación de mi misma. Miré a mi alrededor y seguíamos solos, deslicé mi mano izquierda hasta el borde de mi bañador para poder apartarlo al tiempo que apartaba sus manos y cogí su miembro con mi mano derecha para dejarlo apoyado en la entrada de mi vagina. Sus ojos se abrieron en una mezcla de locura y deseo y, mirándole fijamente a ellos, caí lentamente sobre su durísimo miembro.

Me llenaba, me llenaba como ningún otro lo había hecho anteriormente. Cuando lo tuve todo en mi interior me quedé quieta intentando memorizar como era tenerlo así. Lo apreté en mi interior varias veces para recordarle que era todo mío, me agarró el culo con ambas manos y comenzó a moverse en mi interior. Llevaba un ritmo deliciosamente lento. No podía ser de otra forma para que, si al entrar alguien nos veía, pudiéramos separarnos sin llamar la atención.

Ambos sabíamos que iba a ser imposible terminar allí y, aun así, ninguno estaba dispuesto a separarse del otro. Fuimos moviéndonos lentamente hasta el medio del jacuzzi, lo que nos permitió sumergirnos más y no quedar tan expuestos. Ya no nos besábamos, nos mirábamos fijamente a los ojos, disfrutando de esa complicidad que solo te proporciona el saber que estás dentro del otro. Así seguimos unos minutos más hasta que la puerta se abrió y nos separamos bruscamente. Era un hombre mayor que venía a su sesión de chorritos en el spa. Lo raro era que hubiéramos podido estar tanto tiempo solos.

Nos miramos y a nuestras caras asomaba una risita que delataba nuestro pensamiento de “casi nos pillan”. El hombre entró al agua y se colocó en uno de los chorros, quedando de espaldas a nosotros. Antes de que me diera cuenta, mi acuático amante me había cogido de la cintura y con una soltura sorprendente ya se hallaba dentro de mí. El morbo era total y yo no podía dejar de mirar la espalda de aquel hombre rezando porque no se diera la vuelta. Mi amante se movía lentamente haciendo que su miembro recorriera mi vagina de arriba abajo con la facilidad que te da el poco peso en el agua. Era terriblemente erótico.

La puerta se abrió de nuevo y él me lanzó al otro lado del jacuzzi. Otro grupo de jubiladas invadían el spa para su sesión de chorritos. Nos miramos con tristeza porque sabíamos que todo acababa allí. Me senté a su lado mientras observaba la alegría que traían las abuelas al invadirlo todo. Eran felices al encontrar todos los chorros vacíos.

─¿Vamos a mi casa? ─me preguntó.

─¿Tú que crees? ─le contesté dedicándole mi mejor sonrisa.

Él se rio y me pasó el brazo por la cintura atrayéndome hacia él para besarme. Esta vez el beso fue suave y dulce, casi inocente. Me dijo que me esperaría en la entrada, que me duchara rápido y que dejara que los rizos se secaran al aire o tardaría demasiado. Salí del agua antes que él, ya que, evidentemente, necesitaba un par de minutos más para no escandalizar a las curiosas espectadoras. Por suerte para mí no había cola en las duchas y pude ducharme rápidamente. Mientras me lavaba la cabeza recordé su consejo de dejar que los rizos se secaran al aire y me di cuenta de que era imposible que supiera que tenía el pelo rizado sin haberme visto antes de la piscina. Intenté hacer memoria, pero me fue imposible saber de qué podría conocerme. Debido a su piel y su tamaño era absolutamente imposible que pasara desapercibido, sobre todo para mí.

Terminé la ducha y me vestí todo lo rápido que pude. Me sequé un poco el pelo para que no mojara la ropa y me miré al espejo. Sin duda acababa de cometer una locura e iba directa a por otra. Me daba igual, el morbo me arrastraba a disfrutar de esa locura sin pensarlo demasiado. Valoré si maquillarme un poco y decidí que con un poco de rímel y brillo labial bastaría, al fin y al cabo en el agua no llevaba nada y se había fijado en mí y ahora iba directa a su cama a terminar debidamente lo que habíamos empezado.

Recogí todo y salí del vestuario. Miré a mi alrededor buscándole hasta que vi su silueta en la entrada. Caminé hacia él y su espléndida sonrisa decidida a preguntarle de qué me conocía. Cuando llegué a su altura, un par de rubias que acababan de llegar le dijeron:

─Mario la clase de ayer fue tremenda ¿El miércoles otra igual? ─dijo una de ellas.

─La del miércoles será mejor ¡preparaos! ─dijo él ─¡Vais a morir!

Y las dos se rieron como nos reímos las tías cuando queremos flirtear con alguien. Trabajaba allí, no era otro socio del gym, daría alguna de esas clases a las que yo nunca entro por pereza.

─¿Nos vamos?

Su voz me sacó de mi mundo y debió de notar que me lo replanteaba todo porque me cogió de la cintura y me dijo susurrándome al oído:

─Ni te imaginas lo que he tenido que hacer para poder tener libre hoy a la hora que vienes a nadar y así conocerte. Han sido semanas de esperar a que entraras a mis clases, pero tú solo vienes a nadar. Ni te preocupes por ellas ─dijo haciendo un gesto con la cabeza en la dirección de las rubias ─solo me interesas tú.

Mi cabeza iba a explotar, ¿en qué mundo vivía cuando ni me había dado cuenta de que este dios de ébano me tenía echado el ojo? Solo necesité de un par de segundos para decidir lo que quería. Quería irme con él y terminar lo que habíamos empezado, y ya después habría tiempo para que me contara mejor qué es lo que me había estado perdiendo.

Espero que te haya gustado este relato erótico y que lo compartas

Un beso

Christine Erotic

 

 

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