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Relato nudista: La Primera Vez

Relato nudista: La primera vez

Relatos nudistas vas a encontrar muchos, pero este en especial me lo encargaron como fantasía para realizar ¡a ver qué opinas!

Nos han hablado muy bien de esta playa. Es pequeñita y hay poca gente. Creo que es ideal para nuestra primera experiencia nudista. Miro a Raúl y parece encantado. A este hombre mientras le saque al aire libre es feliz. Sacamos las cosas del coche y buscamos un sitio agradable y colocamos la sombrilla y las toallas. 

Está nervioso porque le preocupa lo que a todos: empalmarse involuntariamente. “Sobre todo si voy contigo” ha sido su frase desde que empezamos a planearlo. Me hace un gesto indicando que ya se anima solita la cosa y yo me río, no puedo evitarlo. Es adulador que esté casi todo el tiempo empalmado. 

Me quito el vestido y la braguita del bikini, no me sentía cómoda llevando un vestido tan corto sin braguitas. Ya estoy desnuda. Es agradable sentir la brisa por todo el cuerpo y más agradable lo será sentir el mar. Mi grandullón ya está desnudo. Él lo ignora y creo que yo nunca le confesaré hasta qué punto me excita verle desnudo. 

Dos metros de hombre perfectamente formado, perfectamente equilibrado. Me encanta la sensación que me invade cuando se acerca por la espalda. Me siento pequeñita y protegida, me derrito cuando lo hace, aunque finjo que no pasa nada. Y este Adonis quiere que haga realidad todas sus fantasías. Debo de reconocer que su sexualidad a veces me abruma. Podría volverse adictivo si lo permitiera. 

—Me la estás poniendo dura. 

—Oh, ¡perdón! 

—¿Qué pensabas? Porque me mirabas de una forma… 

—Nada, lo bien que te sienta ese bañador. 

Nunca se lo confesaré. Así que río, pongo ojitos tiernos y voy a probar el agua. Está fría y eso hace que mis pezones se ericen tan rápidamente que hasta me duelan. 

—Mm… 

— ¡No se te escapa una! 

Se ríe como un niño. Que tierno me parece cuando me mira así. 

El agua ya causa menos impresión. Decido seguir andando mar adentro. Sí, la verdad es que está buena. Me voy mojando los brazos y las piernas. Me giro y veo que Raúl sigue en la orilla. Tiene esa mirada de fuego tan suya y se muerde un labio. Su miembro empieza a levantarse. Supongo que la escenita de chocar con las olas e ir mojándome lentamente le ha gustado. 

Le animo a que venga. Y así lo hace. Yo sigo andando, él me alcanza y cuando el agua me llega a la cintura decido zambullirme. Él se lanza a nadar. No me sorprende que necesite hacerse unos largos, al fin y al cabo, está en su elemento. 

El agua me relaja. Es justo como yo imaginaba. ¡Lástima todos estos años usando bikini! Me relajo y me hago la muerta. Yo no nado muy bien, pero se me da genial flotar. ¡Además, ahora flotar tiene una connotación sexual con la que yo no contaba! No puedo evitar que se me escape una carcajada. Noto el sol sobre mi cuerpo y el agua fría por debajo. Me encanta. Me hace olvidar el mundo entero. 

Al cabo de un rato aparece mi nadador. Demasiada tentación para él verme tan tranquila. Me salpica con el pelo y me dice lo mucho que necesitaba hacer esos largos. Yo sigo flotando, exponiéndome a recibir una ahogadilla por ignorarle. Se pone de pie, y noto como va a ahogarme. Salgo de mi indiferencia e intento escapar. Me atrapa por la cintura y me lleva hacia él. Me tiene abrazada con las piernas abiertas. Le estrujo entre mis piernas para que recuerde que ahora es mío y nos besamos suavemente con sabor a mar. Sus manos agarran mi culo como si se le fuera a escapar. Me separo de él, le miro a los ojos. 

—Dame una mano 

— ¿Para? 

—Dámela, te gustará… 

Sonríe ante mi cara de niña buena. Le cojo la mano y se la pongo en mi entrepierna. Ahora sus ojos tienen fuego de nuevo. Noto lo caliente que está su mano a pesar del agua fría. Su cara lo dice todo mientras me acaricia suavemente los muslos y mi entrepierna. Debe tenerla durísima ahora mismo. Me mira fijamente. 

— ¿Sabes que eres preciosa?— me pregunta con esos ojitos de perrito abandonado. 

Me agarra del culo otra vez y empieza a besarme, pero no como antes. Sus besos son apasionados, reflejo de lo que se cuece en su interior. Me muerde el labio y yo gimo suavemente. Me muerde el cuello suavemente, sin apretar demasiado. Sabe que me vuelvo loca con eso. Echo la cabeza para atrás y él me agarra del pelo para que mi cuello quede a su disposición. Lo lame, lo besa y le da mordisquitos. 

Le veo ansioso, yo también lo estoy. Bajo mi mano hasta encontrarme con su pene y lo dirijo hasta mi entrepierna. La dejo lista para que me la meta. Él me mira y, mientras mantiene la mirada, empuja lentamente hacia dentro. Lo hace tan despacito que me desespera, ¡quiero tenerla ya toda! Le miro enfadada y me la mete de un solo movimiento. Sonríe porque sabe que me pilló desprevenida. Pero yo tengo lo que quería. 

Sus movimientos son tranquilos y calculados. Así podemos besarnos y acariciarnos, que sabe que me pone muchísimo. Poco a poco la temperatura sube más. Es tan sensual flotar así, me maneja a su antojo. Es muy erótico. Y ese morbo de que nos vean me tiene cachondísima. Sus movimientos se vuelven más rápidos, igual que su respiración. No quiero correrme aquí, no creo que pueda tocarme bien en el agua, así que le susurro al oído: ¡Córrete! 

Ha abierto bien los ojos y me mira fijamente. Confirmo con la cabeza mientras le sonrío. Noto como me agarra más fuerte el culo y cambia el ritmo. Ahora la está sacando casi entera y con un movimiento rápido me vuelve a penetrar. Juega así un poco hasta que va subiendo el ritmo y acortando el recorrido de su pene. Ahora su ritmo es rápido. Me hace enloquecer cuando me folla así. Su respiración es fuerte y se le escapa algún gemido. Va a correrse, lo sé. 

Y eso me excita aún más, así que le digo al oído “Dame tu leche, cariño”. Surte efecto inmediato y noto como me agarra fuerte y me penetra hasta el fondo dejándome toda su leche dentro. Un par de movimientos más terminan la corrida. Las fuerzas le fallan. Y apoya su cabeza en mí. Parece que ha sido de las buenas. Levanta la cabeza, me sonríe y me besa. 

— ¿Ya no te preocupará salir empalmado del agua, no?— le digo divertida. 

— ¡Ah! ¿Qué lo has hecho por mí? 

—Sí, ya sabes lo mucho que me preocupo por ti— le digo poniendo cara de niña buena. 

Vuelvo a cerrar los ojos para concentrarme en este momento, no quiero olvidar nada de lo que nos rodea. Quiero inmortalizar el olor del mar, el ruido de las olas y las gaviotas, el calor del sol… 

Nos quedamos un poquito más en el agua, pero esta vez charlando y jugando. Hasta que vemos que nos estamos arrugando. Al salir vemos que no ha venido más gente, incluso hay una pareja que ya se fue. Serán las ventajas de venir entre semana. 

Me tumbo en la toalla, boca arriba, dispuesta a borrar de una vez por todas el blancor de algunas de mis partes. Raúl se sienta bajo la sombrilla. Él siempre tan responsable. 

— ¿No te pones crema? No quiero que te quemes— me dice en tono preocupado. 

—En la bolsa, el bote marrón. Pero me la pones tú, por delante y por detrás— le digo con la sonrisa más picantona de mi repertorio. 

Acabamos de follar y ya quiero ponerle malo otra vez. No le he mirado, pero sé perfectamente la cara que ha puesto porque es la que suele acompañar ese bufido que he oído. Me río flojito para que no me vea. Encuentra la crema y se acerca a mí. 

—Toma, bebe, que no quiero que te deshidrates—dice con voz de protector. 

Yo obedezco y vuelvo a recostarme para que me embadurne de crema. Destapa el bote y me pone un chorro de crema por todo el cuerpo. Está fría y se me eriza la piel. Por suerte hace calor y enseguida me aclimato. Aunque mis pezones no opinan igual y se muestran desafiantes ante el hombre que ha realizado tal provocación. Él se da cuenta y se agacha para morderlos suavemente. Y se dispone a hacer su tarea. 

Primero, empieza por las piernas. Sus manos son grandes y da gusto sentir como me unta la crema. Va subiendo hacia mis muslos. Yo abro las piernas, ya que seguro que en algún momento le va a dar el sol a mi entrepierna y debe estar protegida. Él masajea la parte interna de los muslos y poco a poco baja hacia mis partes. Las masajea suavemente sin detenerse demasiado. Decepcionada, levanto la vista y veo que está mirando a todas partes menos a mi cuerpo. Miro alrededor y veo como algunos de los bañistas nos miran e incluso, más a lo lejos, veo a una pareja que se lo está montando sin ningún pudor. Su polla está dura y apuntándome. ¡Como se acerque mucho me la como! 

Baja la vista y me pilla observándole divertida. Mueve la cabeza como intentando sacudirse todo lo que ha visto que pasa a su alrededor y se centra en mis pechos. Sube a mi cuello y me pide que me dé la vuelta. Me la doy. Ahora viene la mejor parte, aquella en la que Raúl tiene que embadurnar de crema mi culo. Culo fruto de miles de fantasías y de pajas nocturnas. Me lo imagino mirándolo e intentando controlarse. Que mala soy. 

Repite la operación: primero chorretón de crema y después masaje para repartirlo. De nuevo se me eriza la piel y los pezones, pero eso ya solo lo sé yo. Empieza por las piernas y va subiendo. Al llegar a los muslos se salta mi culo y masajea mi espalda. Supongo que lo guarda para el final. Una vez masajeado todo, vuelve a bajar. Echa más crema y empieza a masajear con ímpetu. Me aprieta las nalgas y me las separa para ver mejor. Una de sus manos empieza a meterse entre mis muslos. Separo más las piernas para facilitarle el acceso. 

Empieza a tocarme los labios y el clítoris. Comprueba lo mojada que estoy metiendo un dedo hasta el fondo. Y la verdad es que con el polvo en el agua y el masajito estoy más que mojadita. Comprueba que le cabe otro dedo y empieza a follarme con ellos. Me encanta y así se lo hago saber con mis gemidos. Me da mucho morbo que nos vean y supongo que él ya ha superado los reparos que le daba al empezar. Cada vez me folla más rápido y me encanta que lo haga así. De pronto, para en seco, pero antes de que pueda ver qué pasa, noto como este magnífico hombre de dos metros se ha colocado encima de mí y me está metiendo la polla. Me ha pillado desprevenida, lo cual hace que me excite más. Se pega a mi cuerpo y comienza a follarme. Oigo el ruido del mar y la respiración de Raúl en mi nuca. 

Parece mentira que acabe de correrse y siga tan cachondo. Este hombre nunca deja de sorprenderme. Esta postura me hace sentirme dominada y eso me gusta. Estoy a su merced y le dejo follarme. Cada vez estoy más cachonda y él también. Quiero correrme e intento tocarme, pero me es imposible alcanzar así como estamos. 

—Nene —le digo entrecortadamente— quiero correrme. 

—Y ¿cómo quieres hacerlo? ¿Te pones encima? 

—Sí, pero me da corte. 

—A ver si te crees que serías la única— me dice señalando con la cabeza en otra dirección. 

Levanto la vista y veo a que se refiere. Hay una pareja cerca que también se ha animado y ella se ha montado sobre él. Así que me animo yo. Raúl se aparta y yo me incorporo. Se tumba boca arriba y yo me pongo encima. Me meto su polla y empiezo a moverme. Creo que jamás en mi vida me ha dado tanto morbo una situación. Aquí estoy yo, en pelotas, follándome a mi chico en una playa donde hay gente que está follando y donde lo único que me importa es correrme para que mi chico se pueda correr. ¡Me encanta mi vida! 

Me concentro en correrme. Me marco un ritmo para follarle y para masturbarme y me dejo llevar. Todas las sensaciones se van amplificando a medida que se va acercando mi orgasmo. Mis gemidos son más seguidos, mis pechos están más duros y mi piel se eriza de nuevo. Ya llega y, con mis gemidos, se lo hago saber a él para que me ayude a mantener el ritmo y se prepare. Llega, y llega de una forma espectacular. 

Todo mi cuerpo se retuerce y de mi boca salen unos gemidos que se convierten en gritos. Mi espalda se arquea y los espasmos sacuden mi cuerpo. Pierdo las fuerzas y caigo sobre él. Él me abraza y continúa follándome hasta que yo recupere el sentido. Me gusta que me folle así porque alarga mi orgasmo hasta que casi desaparece. Poco a poco recupero las fuerzas y vuelvo a tomar el control. Ahora le toca el turno a él. Me agarra fuerte del culo y me folla a lo bestia, como si no tuviera control ninguno de sí mismo. 

Estoy excitadísima de verle y como acabo de correrme me da mucho placer que me folle así. De pronto un gemido escapa de él y veo como arquea su espalda y se sacude hasta que descarga por completo en mi interior. Derrotado, apoya la cabeza en la toalla. Su sonrisa le ilumina la cara. Nunca le vi correrse tan rápido, la naturaleza le sienta bien. Me inclino sobre él, le beso en los labios y me apoyo sobre su pecho. Me abraza y me susurra al oído “Gracias”. 

Así nos quedamos hasta que nos reponemos. Ahora lo mejor es darnos otro baño y eso hacemos. Nos metemos al mar y dejamos que nos mezan las olas mientras mis piernas le rodean la cintura. Aunque esta vez nuestra única intención es compartir ese momento de “después” que acompaña siempre a los grandes orgasmos. 

Lo mejor es que todavía no hemos ni siquiera comido, nos queda toda la tarde por delante, no hay prisa. Nunca olvidaremos este primer día de playa. 

Gracias por leerme y si te gusta, ¡comparte! 

Un beso 

Christine Erotic

Descubriendo el nudismo y plasmándolo en relatos nudistas

 

 

 

 

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