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La sensualidad de su piel tostada, un relato candente

La sensualidad de su piel tostada, un relato candente

Te traigo este relato candente y sensual consecuencia de un largo día de playa.

Si hay algo que me gusta en esta vida es verla tomar el sol. Ahí, tumbada en la arena cubierta de aceite de coco y ajena a mis perversas fantasías, parece de lo más tranquila e inocente. Yo, tras mis gafas de sol y mi periódico, planeo cada una de las cosas que le haré en llegar a casa. Disfruto imaginando las posibilidades.

Puede que al verla salir de la ducha con sus primeras marcas de bikini no me resista y la eche sobre la cama. Recorrería cada milímetro de piel con mi lengua, quizás hasta la cubriría de miel. Miel que vorazmente lamería de sus pezones. Más generoso sería con su entrepierna. Dejaría que la miel cubriera sus labios y su clítoris. Me encanta metérmelo en los labios y mordisquearlo. Jugar con mi lengua y sentir lo hinchado que está. La oiría gemir, es lo que más deseo. Notar como su vientre acompaña su agitada respiración o como sus muslos tiemblan cuando la devoro.

A veces su piel está caliente por el sol, así que me pide que le unte el aftersun. Esa sería otra de las posibilidades. Ella me lo pediría y yo aceptaría encantado. Le pediría que se tumbara boca abajo y colocaría una almohada bajo su cadera para dejar elevado su precioso trasero. El aftersun estaría frío por estar en la nevera, así que ella se quejaría al echarlo sobre la piel. Su piel se erizaría. Comenzaría untando la espalda sin perder de vista ese trasero marcado en blanco. Recrearía el momento de meterme entre sus piernas y saborearla. Quizá aún supiera a mar y estuviera dulce y salada para mí. Sus muslos desprenderían calor, igual que su sexo. Ese calor y el olor dulzón me invitarían a enterrar la cabeza en él.

El colchón amortiguaría sus gemidos mientras su sexo se hincharía hambriento. Agarraría sus glúteos para separarlos y verlo mejor. Ahí estaría esperándome. Deslizaría un dedo dentro de ella para comprobar su calor y su humedad. Lo sacaría chorreando y entonces agarraría de nuevo su culo para poder enterrar mi lengua en su sexo y saborearla enterita. Tan caliente y tan dulce. Mi impaciencia me llevaría a darle un bocado en el culo. Pero de esos que no marcan, de los que la hacen gemir de placer. Y, al escucharla, le daría un azote en la otra nalga. Agarraría fuertemente su culo de nuevo y mientras respiraría intentando mantener el control. Un par de respiraciones profundas antes de dar el siguiente paso.

Más calmado me colocaría sobre ella para poder frotar mi pene lentamente pobre su hinchazón. Frotaría su clítoris mientras le arranco gemidos de placer. Después la apoyaría en su entrada, como listo para entrar. Ella se removería por la impaciencia, pero yo no cedería hasta que ella me rogara que se la metiera. Yo me moriría por metérsela, pero de sobra sé que ella necesita tensarse, necesitarla dentro. Mojaría más y su deseo sería mayor mientras espera. Sentir como me moja por completo mientras yo espero. Esperar mientras me agarro de su trasero para no perder la concentración, es duro, pero es lo que tendría que hacer. Y, al notar que su tensión está en los límites, la pondría a cuatro patas para que pudiera tocarse.

Ella se masturbaría mientras yo accedo a meterle solo una parte dentro de ella. Estaría todo apretado por la tensión y, al entrar, a ella se le escaparía un pequeño grito de placer. Me mantendría ahí, quieto, sin moverme, sabiendo que ella está acercándose al orgasmo. Estaría atento a su respiración, a sus movimientos y, cuando viese que estaba alcanzándolo entonces y, solo entonces, comenzaría a moverme dentro de ella. Fuerte pero con control, ayudándola a llegar. Agarrándola de la cadera para que sintiera que la iba a acompañar a un gran orgasmo. Y cuando la escuchara correrse, entonces podría perderlo. Comenzar las embestidas más implacables, arrastrándome al placer y prolongando el suyo hasta que, por fin, yo también me corriera y exhausto cayera sobre ella. Los dos sudados y con una sonrisa satisfecha.

Se ha despertado. Se incorpora sobre la toalla y me dice que se va al agua, que si voy con ella. Con una sonrisa le digo que iré en un minuto, ahora no puedo levantarme. La contemplo ir hacia la orilla y decido que no voy a esperar a llegar a casa, la necesito ahora, el agua esconderá lo que hagamos. De sobra sé que no resistiré sus juegos en el agua. Es algo que ella tiene y que yo quiero.

Es lo que tiene el verano, ¿verdad? Sol, playa, marcas y orgasmos. Espero que disfrutaras de este relato candente y estés hambriento de más.

Un beso

Christine Erotic

En blanco y tostado

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