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Relato adulto: Dulce venganza

Relato adulto: Dulce venganza

Relato adulto y reflexivo dedicado a aquellas mujeres que comienzan su vida tras una gran ruptura. Disfrútalo. 

Como siempre puntual, Liliana ya se encontraba sentada a la mesa de la sala de reuniones del lujoso bufete de abogados. Junto a ella, su mejor amiga ejerciendo de abogada y, frente a ellas, el abogado de su marido. La situación era bastante incómoda y la tensión se podía palpar en el aire. 

De pronto las puertas se abrieron y por ellas apareció su marido. De su brazo, su futura esposa. Una mujer mucho más joven que él y con aspecto de cazafortunas. Liliana repasó a ambos de arriba a abajo. Sin duda eran tal para cual. 

Pidieron perdón por la tardanza, pero daba igual porque ya sabían todos que lo suyo eran las entradas triunfales. Los acuerdos fueron leídos en voz alta y firmados por ambos. No había mucho que hacer, pues el acuerdo prematrimonial ya lo había dejado todo bien claro desde el principio. 

Liliana permaneció todo el tiempo impasible. Su máscara de dolor era perfecta. Justo como había ensayado. 

Al terminar de firmar, Liliana y su abogada se levantaron y salieron de la sala sin decir adiós. A su espera, frente al ascensor se unió la afectuosa pareja que no podía controlar su felicidad. Todo olía a perfume y hasta se podía oír la saliva de los besos. Pese a todo, Liliana lucía una máscara infranqueable atribuida al dolor y a lo que muchos llamarían “aguantar el tipo”. 

Las puertas del ascensor se abrieron y el ascensor se llenó. En una esquina del mismo la pareja susurraba y se reía a carcajadas. Un esbozo de sonrisa emergió de los labios de Liliana. 

Su abogada y mejor amiga Ana abrió su maletín para entregarle un sobre. 

-Aquí tienes todo lo que me pediste- dijo la abogada entregándole el abultado sobre. 

Liliana lo examinó y extrajo de su interior dos pasaportes. Los abrió y comprobó la fecha de los visados. También examinó los fajos de dólares que venían en él. 

-Perfecto Ana, te lo agradezco mucho- dijo volviendo a introducir los pasaportes y el dinero en el sobre- ¿te costó mucho conseguirlo todo? 

-Tranquila, tiré de contactos y ahora me deben un favor- dijo Ana con una sonrisa cómplice en su rostro que Liliana entendió a las mil maravillas. 

Mientras, la enamoradísima parejita había observado atentamente la escena y parecían desconcertados. 

-¿Te vas de viaje?- preguntó su actual exmarido. 

-Quién sabe- dijo Liliana dedicándoles una amplia sonrisa a ambos. 

Desconcertados se miraron entre sí sin entender y, justo cuando él quiso volver a preguntar, las puertas del ascensor se abrieron. 

Liliana y Ana caminaban directas hacia la puerta, conscientes que la enamorada pareja les seguía de cerca. Salieron a la acera y se pararon frente a una limusina blanca donde un chófer las esperaba. 

Liliana se despidió de Ana con un fuerte abrazo y la promesa por parte de Liliana de llamar cada semana. El chófer abrió la puerta y en su interior un hombre con traje la estaba esperando. Liliana subió sin mirar atrás y le besó. 

Su exmarido y su futura esposa observaban pasmados la escena. Por más que lo intentaron, los felices amantes no lograban averiguar quién podría ser aquel hombre. La situación no era la esperada, no había una exmujer destrozada y arruinada arrastrándose por el suelo. Ella estaba serena y hasta le había parecido que le brillaban los ojos. 

Una inquietante sensación se apoderó de él, mientras que en la futura esposa solo había sitio para la duda de si habría sabido escoger al marido mejor “preparado” para que cuidara de ella. 

La limusina se alejó. En su interior una botella de champaña era descorchada y servida en dos copas. Hoy era un gran día y merecía ser celebrado. Un leve giro del coche hizo que al beber Liliana vertiera un poco de champaña sobre su escote. Lejos de intentar secarse, invitó con la mirada a su acompañante para que lo bebiera. 

Mientras él lamía la champaña de su escote, ella pasaba sus dedos por su plateado cabello. Nunca hubiera imaginado que él jugaría un papel tan importante en su vida. Recordó cuando su marido, perdón “exmarido” les presentó. Fue durante una cena entre amigos cuando se conocieron, pero no sería hasta años más tarde cuando por fin tendrían una conversación de verdad. 

Pedro, que así se llamaba este lobo plateado, se había convertido en un gran admirador de los diseños de Liliana. Aprovechó sus contactos para conseguirle los mejores contratos. 

Para él no era fácil lidiar con sus sentimientos hacia Liliana y el respeto que le tenía a la amistad con su amigo. Por ello nunca llegó a estar a solas con Liliana para que su reputación fuera impecable. Mantenía sus sentimientos en secreto, solo para él. 

El instinto de Liliana ya le había puesto en alerta por el interés de Pedro, pero como siempre era tan correcto, sentía que con él nada debía preocuparle. 

Fue la más sorprendida cuando, una tarde de febrero, Pedro se presentó con el rostro desencajado y queriendo tomar un café “a solas” por primera vez con ella. No dudó de los buenos motivos de su amigo, por lo que inmediatamente accedió a acompañarle. 

El café se hizo largo, muy largo por el silencio que había entre los dos. Pedro no encontraba las palabras y Liliana tenía miedo a interrumpir sus pensamientos. De pronto dos palabras, tan solo dos palabras, cambiarían la vida y el corazón de Liliana. 

-Te engaña 

Durante un largo minuto solo fueron capaces de mirarse a los ojos. El rostro de Pedro mostraba una gran preocupación por Liliana. El de ella era indescifrable. 

-Te está engañando- repitió él. 

Pedro estaba impaciente mientras que a ella parecía que se le había helado la sangre, pero no era así. Su cerebro estaba conectando cada pequeño detalle que Liliana había pasado por alto sobre la infidelidad de su marido. A los pocos minutos ya había encajado todas las piezas. 

Pidió otro café para ambos. Aunque Pedro no entendía lo que sucedía, para Liliana estaba todo muy claro. En su mente tenía dos opciones: llorar y patalear hasta que no quedara un solo plato en casa o redirigir su ira hacia su objetivo. La decisión estaba tomada y Pedro la ayudaría. 

Pasaron los meses y los cafés se convirtieron en comidas y cenas fuera de los ojos cotillas de la gente. Hablaban incluso hasta altas horas de la noche, pero nunca, nunca sucedió nada más entre ellos. 

Hubiera sido fácil descargar su enfado acostándose con él, pero prefería mantenerse centrada en su plan y así darle a Pedro el valor que ella consideraba que tenía. 

Hoy todo había llegado a su fin. El divorcio se había firmado en los términos que ella había querido y que ella necesitaba para proteger su plan. Una vez firmado el divorcio, ella era libre de firmar su nuevo contrato con su marca soñada y de cobrar todos los derechos sobre su trabajo. Nunca había visto un cheque con tantos ceros juntos ni había tenido la promesa de muchos más. Era la más dulce venganza que pudo planear. 

Las razones para brindar con champaña eran muchas y los tiernos ojos de Pedro eran la más deliciosa. La dulzura con la que él lamía las gotas derramadas sobre su escote le despertaba una enorme ternura. 

Cuando Pedro alzó los ojos para encontrarse con los de ella a apenas diez centímetros, hizo que el mundo se detuviera para ambos. Cada inocente roce de manos, cada tierno abrazo que habían protagonizado inocentemente se veía recompensado ahora con ese momento de intimidad que habían esperado tanto. 

Cada noche eran el último pensamiento del otro y, la curiosidad por cómo serían esos besos, a veces les desvelaba la noche entera. Pero ahora lo sabrían. Los labios de Pedro besarían los de Liliana y ya nada podría evitarlo. 

El dulce calor que emitían sus labios hizo que sus cuerpos ardieran. Apenas dos roces de sus tímidas lenguas bastaron para perder las formas y querer devorarse el uno al otro. Ni siquiera se dieron cuenta de que el chófer subía el cristal de la limusina. 

Las manos de Pedro se habían infiltrado bajo la ropa de Liliana y no había nada que pudiera pararle porque Liliana no llevaba ropa interior. Era un regalo que ella había decidido hacerle. Además de la satisfacción de firmar el divorcio, teniendo en mente lo que planeaba hacerle a Pedro. 

Los pensamientos de Pedro iban a la velocidad de la luz y giraban en torno a una misma idea: “Esta mujer tan increíble me quiere a mí” 

Se las ingenió para que un pecho apareciera por debajo del vestido y lo lamió y mordisqueó intentando quedar satisfecho, pero era algo imposible. Él quería más. Quería fundirse con ella, estar dentro de su ser y sentir cada respiración y cada latido de su corazón. La había deseado durante años mientras se decía a sí mismo que no podía ser. Pero ahora sí sería posible. 

Sus labios volvieron a los de ella para recoger cada soplo de aire que exhalaba, cada átomo de aire que escapara de su interior. Se devoraban a besos. Besos suaves, dulces, ardientes e insatisfechos. Besos que les atrapaban el alma. 

En un intento por respirar mejor, Liliana le ofreció su cuello para que él lo lamiera y los mordisqueara a su antojo mientras arrancaba pequeños gemidos a Liliana. 

Las manos de ella se colaban por su camisa buscando ese pecho con el que soñaba dormir cada noche. Jugando con ese vello que acariciaban sus dedos y ansiando fundirse con su cuerpo. 

Aun así, las manos de Pedro se mostraron tímidas con la entrepierna de Liliana. Pero esta estaba más que húmeda y dispuesta para acogerle. 

Los movimientos de Liliana fueron rápidos como los de una gata que cae sobre su presa y así cayó ella sobre él desabrochándole los pantalones con urgencia. 

Muchas veces se había preguntado qué escondería Pedro en ellos. Es algo que las mujeres no confesamos, pero siempre deseamos que sea ese pene perfecto y soñado de nuestras íntimas fantasías. 

En un par de segundos Liliana ya tenía el suyo en las manos y podía hacer las comparaciones que quisiera porque este era sin duda el que ella quería. No era uno de esos con los que te conformas no, este era uno de esos con los que sabes que vas a enloquecer. Un pene perfecto. 

Con un rápido movimiento hizo que Pedro levantase el culo para poder bajarle los pantalones. Ella se quedó de rodillas frente a él, observando ese durísimo pene que apuntaba hacia ella. Pedro se sentía desconcertado por la intensidad con la que ella lo miraba, pero Liliana solo podía pensar en todas las cosas que iba a hacer con él. 

Lamió su mano derecha mientras miraba fijamente a los ojos de Pedro y con ella cogió su nuevo juguete. Suavemente la movía de arriba abajo mientras Pedro ponía los ojos en blanco. 

Le gustó tanto su cara que decidió lamerla entera. Se puso de rodillas en el suelo de la limusina y recorrió con su lengua todo el glande mientras observaba fijamente a Pedro. Él le mantenía la mirada mientras se mordía el labio. Demasiado deseo contenido. 

Liliana introdujo en su boca el glande con dulzura mientras le acariciaba con la punta de la lengua. Justo cuando Liliana quiso comerla toda, Pedro la paró. Su cara le bastó a Liliana para saber que él no aguantaría mucho más así. 

Se levantó del suelo y se sentó en el asiento de enfrente. Se abrió de piernas y comenzó suavemente a masturbarse. Estaba preciosa, con los pechos fuera del vestido y con las piernas abiertas y expuesta ante Pedro. Él quiso acompañarla, pero ella le paró y le obligó a mirar. 

Ella estaba tan excitada que le resbalaban los dedos, pero aun así se conocía tan bien que pudo llegar al orgasmo en cuestión de unos eternos minutos de Pedro. Ver como su cabeza se inclinaba para dejar paso a unos gemidos cada vez más fuertes y acompasados había sido de los momentos más eróticos que Pedro había vivido. 

Ella abierta frente a él demostrándole lo que podía hacer. Puro erotismo. 

En cuanto ella se lo permitió, Pedro se lanzó a lamer todo lo que estaba expuesto ante él. Su sabor era dulce y salado al mismo tiempo. Cada vez que su lengua pasaba demasiado cerca de su clítoris, ella daba un respingo. Un gran placer yacía acumulado bajo ese botón y él estaba dispuesto a dejarlo salir todo para hacerla enloquecer. Pero eso ya tendría que ser en otro momento porque ahora no le dejaba. 

La tumbó hacia atrás y él se puso sobre ella. Rostro con rostro durante unos deliciosos segundos en los que ambos pensaron que ese momento tan esperado ya había llegado. 

Con delicadeza fue introduciendo su pene hasta comprobar que entraba con facilidad, sin fricción. Cuando llegó hasta el fondo comprobó lo bien que ella se había amoldado a su pene. Le había absorbido como una ventosa haciendo que él la sintiera aún más. 

Movimientos suaves durante unos segundos, pero los gemidos de Liliana empujaron a Pedro a un precipicio del que no tenía control. Su cuerpo se movía sin su permiso, mientras que su mente decía “Aguanta, ¡por Dios!” 

Un intenso gemido de Liliana le obligó a mirarla y ver como se corría de nuevo. Y, sin que él pudiera evitarlo, se corrió. El deseo contenido se les escapó de las manos. 

Las respiraciones intentaban volver a la normalidad mientras el olor a sexo impregnaba su piel. Sus sexos empapados eran la prueba de la intensidad que había entre ellos. 

Una vez más recuperados se dieron cuenta de que la limusina estaba parada. Habían llegado al aeropuerto. Se asearon como pudieron con unas toallitas y se vistieron. Al bajar de la limusina, el chofer les esperaba con una sonrisa cómplice. 

El aire era como más fresco. El sol brillaba más y la incertidumbre por su futuro era el mejor de los afrodisíacos. Un billete de avión hacia un nuevo comienzo, una nueva vida que le pertenecía solo a ellos. 

La vida está llena de principios y de fines y depende de ti ser capaz de ver las cosas buenas que traerá el nuevo comienzo. Hazte dueña de tu vida. 

Espero que te haya gustado y ¡que compartas con tus amigas! 

Christine Erotic 

Relato adulto y con moraleja

 

 

 

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