Cibersexo, la historia de una periodista atrevida
Cibersexo: una forma de sexo virtual
Mi nombre es Greta y muchos ya me conoceréis por mis artículos de actualidad en el Daily Experience. Lo que voy a contaros es algo bastante personal, pero, como siempre me he considerado una periodista de rigor, me veo en la obligación moral de dar a conocer mi experiencia.
Lo primero que he de confesaros es que en los últimos meses he estado visitando toda una serie de plataformas de contactos intentando hacer mi vida más amena. Es así como encontré la web de la que hoy os hablaré. Por una cláusula de confidencialidad que firmé en su momento sin ni siquiera ser consciente, no voy a poder daros el nombre de esa web.
Por razones que entenderéis más adelante esta web no anuncia todo lo que “vende”. En la pantalla inicial apenas te da información sobre la plataforma, por lo que, desde fuera, parece otra web de buscar pareja como las demás, salvo porque esta aseguraba tener citas en vivo.
Por mi situación personal y mis muchos viajes me atrajo la idea de tener una cita con alguien interesante sin salir de casa o de mi portátil ni gastarme dinero. Bajo el eslogan “Infalible test de compatibilidad” caí en la tentación de registrarme y pagar la cuota mensual de veinte euros. Rellené cuestionarios durante casi una hora de reloj y reflejé en ellos toda mi vida (en especial los detalles sobre mis gustos y preferencias sexuales).
He leído sobre estos test y sé que, si están bien hechos, pueden ahorrarte mucho tiempo y sobre todo, el besar unos cuantos sapos. Un equipo de psicólogos estudiaría los resultados, no dejando así todo el trabajo al ordenador, que al final es solo una máquina. Una vez comprobados los datos y las fotografías, pasé a lo que llamé “la zona de confort”.
Es como otra de esas webs en las que te muestran como si fueras ganado. Una foto y una descripción te sirven para empezar a conocer gente. Ni rastro de las citas virtuales. Me llamó la atención un mensaje en la parte derecha de la pantalla que decía:
“Upgrade para una experiencia extrasensorial”
Del famoso “upgrade” solo se anunciaba que tenía un coste inicial de trescientos euros para algo que llamaban “el equipo imprescindible” y un coste mensual de cien euros por mantenimiento y asistencia. Intenté preguntar a algunos de los lugareños que significaba ese “upgrade” pero solo escuché cosas como “valdrá la pena”, “verás cómo te gusta”…
Llegado a este punto, por muy excitada que estuviera mi curiosidad, no me quedó más remedio que conformarme con el paquete básico y pagar los veinte euros mensuales para seguir viendo el “ganado”, como terminé llamándolo y sin ánimo de ofender a nadie, ya que así me sentía yo con respecto al tema. Conocí a verdaderos sapos babosos y repugnantes y a algún falso príncipe, pero todo en el mismo contexto que en cualquier otra web. Al parecer los chicos decentes no los iba a encontrar aquí.
A punto de darme de baja, al no ver satisfechos ninguno de mis objetivos (tristemente eran tener una cita decente con al menos un par de individuos) conocí a un usuario que en un principio me resultó interesante. Debió de ser algo así como la ley de Murphy, cuando decides que te vas aparece el guaperas de turno.
Después de unas cuantas horas pegadas al chat y con un tonteo más calentito del que suelo estar acostumbrada, terminé decidiendo que el tipo era un fantasma. Presumía de tener un yate y un Lexus último modelo (no recuerdo cuál exactamente) y como a mí este tipo de fantasmas no me va nada, ya iba a darle puerta cuando dio con mi talón de Aquiles: mi curiosidad.
Cuando le comenté que me iba a dar de baja, se ofreció a pagarme el famoso “upgrade” con la condición que lo usara para hablar con él. Él me interesaba poco, pero la periodista que hay en mí se moría por mirar dentro de ese famoso “upgrade”. Ganándole la curiosidad a mis principios, ya que soy mujer que no se deja comprar con caprichitos, accedí.
Una vez hubo realizado el pago recibí el acuerdo de confidencialidad que me impide decir el nombre de la web, pero, curiosamente, no me impide comentar lo que se hace en ella. Además, recibí este mensaje:
“Gracias por pasar al siguiente nivel. La experiencia no le defraudará. En menos de 48 horas recibirá un paquete en casa con todo lo necesario”
Lo cual venía a decir que me tenía que esperar dos días para poder saber qué pasaba con el dichoso “upgrade”. Estaba enfadada, por un lado, y por otro, intrigada por el paquete que seguramente sería algo para el ordenador, ¿o quizás no?
Durante dos días mi vida siguió como si nada y, pasadas las 48 horas, una empresa de mensajería me trajo el paquete. No os podéis hacer una idea de la cara que se me quedó al ver el tamaño del paquete (60×60) y mucho menos cuando por fin lo abrí. En su interior había tres paquetes más pequeños y un libro de instrucciones de dos dedos de lomo.
Uno de los paquetes parecía un micrófono, no lo era. Tenía una base para apoyarlo en la mesa y donde debía ir el micro venía una especie de boca de silicona con un agujero. Bastante parecida a las que venden en los sex shops para simular felaciones.
Antes de mirar las instrucciones me lancé a abrir el otro paquete. En este venía un montón de cables y electrodos. Podéis imaginaros mi desconcierto. Mi imaginación iba a cien por hora y casi arranqué el plástico de envolver al tercer paquete. En él había un consolador. Venían varios tamaños de pene que se encajaban en una plataforma.
Quise llamar a alguien para contárselo, pero me daba vergüenza. No cabía duda alguna que no sabía dónde me había metido. Con los tres paquetes abiertos no me quedó más remedio que mirar las instrucciones. Tardé dos horas en entender dónde colocar todos los cables y configurar el programa del ordenador para su uso.
A veces te parece que lo que ves en las películas es solo ficción, luego te pasa esto y descubres que el mundo del cibersexo está alcanzando cotas que ignoramos.
Resultó que lo que parecía un micrófono no era otra cosa que un simulador de besos. La otra persona tiene otro y al conectarse se transfieren los movimientos a tu simulador y viceversa. Alucinante. Creo haber visto algo parecido en alguna serie de la televisión.
El consolador trabajaba de un modo similar. Se trata de un dispositivo que al introducirlo en tu vagina es capaz de recoger tus medidas para transferirlas a la vagina que tiene la persona con la que vas a interactuar y una vez escoges el tamaño que más se asemeja a sus medidas el dispositivo se reajusta adaptándose al grosor y largo del pene e incluso simulando su inclinación hacia un lado u otro.
Los cables y electrodos se utilizan para conectarte al ordenador, ayudando a que los dispositivos se amolden y registrando tus constantes vitales. Gracias a esto último resulta imposible simular un orgasmo, pero puedes saber cuándo tu pareja ha llegado al clímax.
A estas alturas te habrás quedado sin palabras. Yo estuve media hora mirando los aparatitos sin creérmelo. En un folleto adjunto decían que estaban trabajando para conseguir implementar el sexo oral. Si cuando vi la película “Inteligencia Artificial” me pareció casi cómico el robot que hace de amante, pues ahora creo que en unos veinte años ya podrá estar en el mercado. No he encontrado ningún prototipo en internet, pero quién sabe si en las sombras…
Lo que te permite esta plataforma es, básicamente, tener sexo con cualquier persona de cualquier lugar del mundo, ya que la web tiene traductor para que el idioma no sea un obstáculo. Y si sois como yo a estas alturas ya os habréis preguntado, ¿me ve la otra persona? Pues no. A parecer eso podría echar a perder el morbo del anonimato.
Una vez estuve preparada tecnológica, física y mentalmente para entrar en el juego, descubrí que se trataba de un mundo virtual parecido al de los Sims. Tienes que elegir un avatar, pero siempre dentro de tu mismo sexo. Yo me decidí por una morena delgada y con mucho pecho. Entré en una tienda donde compré un corsé y una fusta, puestos a jugar ponemos toda la carne en el asador.
Salí a la calle principal donde había todo tipo de comercios. Me dirigía hacia donde había quedado con mi benefactor y, en mi camino, recibí propuestas de lo más directas de varios avatares masculinos. Y como no, todo el mundo aquí es guapísimo y perfectísimo.
En este mundo todo en muy fantástico y exagerado. Coches de lujo, tiendas de lencería, juguetes sexuales, restaurantes y he de confesar que vi un Superman por el aire (al parecer tienes que jugar muchas horas y pagar un extra para ser un superhéroe).
Habíamos quedado en un pub llamado “Moonlight” (poco original para mi gusto) y al entrar vi que era un local de un ambiente bastante desinhibido. En la primera mesa ya se estaban metiendo mano y en el fondo había unas camas enormes para compartir. Los nervios me jugaron una mala pasada y tuve que salir al balcón a respirar aire fresco. Al volver vi que mi avatar estaba frente a mi benefactor.
Como hasta ese momento no había hablado, ignoraba que se podía modular la voz para hacerla más sexy. Y eso hice, dejándome una voz de chica facilona que la verdad, ahora lo pienso y no le quedaba bien a mi avatar, pero me gustó porque no se parecía nada a la mía. La de él era de lo más masculina, lo cual me hizo sospechar que también estaba disimulada.
Después de un poco de conversación me preguntó si estaba preparada para probar mis “juguetes nuevos”. Al parecer no era la primera vez que se lo pagaba a alguien de quien se hubiera encaprichado. Le parecía divertido introducir a las mujeres en estas prácticas porque era como desvirgarlas. Me preguntó si quería que fuéramos a las camas o a un sitio privado, a lo que yo le dije que prefería intimidad.
Hecha un manojo de nervios, le seguí a una habitación sin ventanas dentro del mismo local. Tenía una cama grande y música de ambiente. Sus paredes negras y la cama roja le daban un toque de burdel de lo más clásico.
Instintivamente, desconecté la cámara del ordenador por si pudieran grabarme. Él sugirió que empezáramos con lo básico como era besarnos. Acerqué mi boca al micro e introduje mi lengua un poquito.
Siendo como soy di un grito acompañado de un respingo al notar como el micro me rozaba como si fuera su lengua. Lo miré incrédula y tomé fuerzas para continuar.
Poco a poco te olvidas de que estás besando silicona y al humedecerlo con tu saliva es bastante real. Pero resulta imprescindible cerrar los ojos para evitar la realidad. Estuvimos un rato practicándolo. No sé si fue el morbo, pero resultó que poco a poco me fui excitando.
Cuando ya empecé a entrar en calor me pidió que me tumbara en la cama y para mi sorpresa, me hizo un striptease con la canción de nueve semanas y media. Debe requerir mucha práctica o quizás exista una opción para hacerlo porque la verdad me reí bastante hasta el momento en que se quitó los slips que llevaba.
No sé si los hombres pueden manipular su tamaño, pero, si se podía, él lo había hecho sin duda. Si veo eso en la vida real os aseguro que salgo corriendo, pero aquí, quizás porque no le veía la cara o no sé por qué, seguí jugando. Llegado el momento de la verdad, el ordenador me pidió conectar el molde correcto para mi “pareja” que efectivamente resultó ser el más grande que había. Una vez conectado él me sugirió que pusiera el aparato en el suelo para yo ponerme de cuclillas como si le montara en la realidad. Él estaría tumbado sosteniendo “mi vagina”.
Nos besamos un poco más y cuando me sentí preparada comencé a bajar sobre ese enorme pene de imitación. Al principio no entraba, como ya sospechaba que iba a pasar, por lo que tuve que masturbarme para que se relajara mi vagina. Conforme se relajaba conseguía metérmela un poco más. Pasado un par de minutos ya casi me cabía entera. Fue a partir de aquí cuando conseguí empezar a disfrutar de la situación. Una vez que ambos aparatos se habían sincronizado copiando lo más que podían la realidad, cogí mi ritmo y me olvidé de la situación. Suavemente, subí y bajé mientras me tocaba el clítoris.
Descubrí que si yo contraía las paredes de mi vagina, él lo sentía, pero, debido al enorme tamaño del consolador, me costaba mucho contraer. Poco a poco mi ritmo se aceleró y me olvidé del ordenador, del consolador y me centré en el ardor que sentía subiéndome por la espalda. Se oían nuestros jadeos y mis gemidos. Me corrí. Usando un consolador que simulaba el pene de un desconocido me corrí. Mis pulsaciones quedaron grabadas en el ordenador y las observaba mientras veía las suyas dispararse. Se había corrido.
Una vez terminé me sentí como avergonzada al haber tenido sexo con una máquina mientras escuchaba un desconocido correrse. Más tarde me confesó que era la primera vez que una de sus “iniciadas” alcanzaba el orgasmo en el primer encuentro. Además, le encantó que me cupiera entera y quiso repetir otro día. Incluso me dijo que estaría dispuesto a venir a mi casa o llevarme de viaje donde yo quisiera. Había conquistado a un hombre en la cama sin realmente tocarle a miles de kilómetros o quizás a la vuelta de la esquina ¿Quién sabe?
Han pasado los días y no he vuelto a entrar. Reconozco que el morbo ha sido increíble, pero me da miedo que me guste hacerlo con un ordenador. Le veo algo de depravación a todo esto. Desconocidos follando con desconocidos en orgías o tríos, “infidelidades” que no lo son (yo pienso que sí). Me parece un mundo que se me escapa de las manos.
Hay una comunidad de unos cientos de miles que ha hecho de esto una forma de relacionarse en su vida real. Hay negocios virtuales dentro de la plataforma donde puedes comprar y te lo llevan a casa. Incluso puedes cenar en un restaurante sin cenar nada y pagar por la cena. Es algo de locos. Y yo, sin pretenderlo, he acabado metida en este mundo.
No voy a hablarlo con ninguna de mis amigas. Y no sé qué voy a decidir. Me encuentro dividida entre mi parte morbosa y la racional. La morbosa me grita que juegue y aproveche el mes que me han pagado. La racional me asegura que terminaré en un psicólogo si lo hago. Haga lo que haga y decida lo que decida, mi vida ha cambiado y ya no veré las redes sociales ni las webs de la misma manera. Espero que mi historia te sirva para despertar porque te aseguro que estás dormido.
Un beso,
Christine Erotic
Navegante de redes profundas
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